martes, 22 de abril de 2008

Niños perfeccionistas

Perfectos al extremo
Cómo lidiar con un ‘pequeño maravilla’

Esperan que todo salga tal como ellos quieren. No toleran equivocarse y son rígidos en su manera de ser.

“No me salió tan bonito como quería”, dice Catalina de 5 años. Arruga completamente el papel en el que estuvo dibujando por horas y arremete con otro, con más cara de afligida que contenta, mientras sus padres se miran, preocupados. Saben que la pequeña se toma estas cosas demasiado en serio -sobre todo después que fue bautizada como la ‘artista de la familia’- y que si no queda conforme con este segundo intento, el llanto y la rabia no tardarán en llegar.
Al hablar de este tipo de conductas, el doctor Elías Arab, psiquiatra infanto-juvenil del Hospital Clínico de la Universidad de Chile estima importante diferenciar, en primer lugar, aquellas un tanto obsesivas -pero que están dentro de lo normal en esta etapa de la vida- de aquellos comportamientos patológicos.
Por otro lado, hay pequeños que, por características personales, tienden a ser un poco más obsesivos en su vida cotidiana. “Suelen ser mucho más perfeccionistas, ordenados y detallistas, lo que en general es un rasgo bastante positivo, siempre cuando desarrollen las otras áreas de su vida, en forma integral”.
Sin embargo -enfatiza el psiquiatra- si se dedican sólo a un tema específico, en forma obsesiva y en desmedro de sus relaciones sociales y de otras actividades, probablemente eso les va a pasar la cuenta más adelante. “Los niños pueden tener temas de interés especificos cuando son pequeños, pero hay que tener mucho cuidado cuando estos temas pasan a ser el eje central de su vida, sin dedicarse a otras actividades ”.

¿De dónde tanto perfeccionismo?
El especialista sostiene que estos comportamientos tienen un componente biológico importante. “Hay niños que son temperamentalmente más obsesivos y, si observamos su genética, nos damos cuenta que tienen padres y abuelos que han sido obsesivos o muy ordenados, perfeccionistas, pulcros y muy limpios”. Pero también hay influencia del ambiente: “El desarrollo es un proceso en el que se va integrando lo biológico con lo familiar, por lo tanto, hay un aprendizaje en ese sentido, principalmente de parte de los padres”, matiza. Es importante que los padres enseñen a sus hijos que la frustración es parte de la vida y que es normal en su desarrollo. Frente a esta situación los padres deben mantener la calma, no sobredimensionar lo ocurrido, reflejando que lo sucedido no es de importancia vital. Deben ayudar a que sus hijos logren conformarse con algo bien hecho y no necesariamente perfecto. Es importante que los padres tengan expectativas realistas de las capacidades de sus hijos y se las transmitan de esta manera, sin depositar en ellos la carga que significa cumplir con expectativas sobrevaloradas.
Los padres deben reforzar los logros y avances de sus hijos, poniendo énfasis en el proceso más que en el resultado, además deben cuidar que los niños disfruten con sus actividades y que no pierdan el carácter lúdico en esta etapa del desarrollo.
No sólo las actitudes paternas, sino también las altas exigencias sociales pueden favorecer estas conductas. “Vivimos en un mundo exitista, donde los papás están muy exigidos en su trabajo y ellos también comienzan a pedir lo mismo a sus niños. Algunos sienten que los hijos casi se están jugando su futuro cuando dan una prueba para entrar al jardín infantil. Así los vamos estresando más de la cuenta y eso altera la forma en que se enfrentan al mundo, desarrollando una visión amenazante y muchas veces catastrófica del futuro. Comenzamos a observar muy tempranamente niños que nolo están pasando bien, con altos niveles de angustia y deprimidos.
Muchas veces son los colegios los que intentan que todos sus alumnos tengan el mismo nivel, no considerando que cada niño tiene distinto potencial y ritmo de aprendizaje.
Es importante saber elegir el colegio adecuado a las capacidades y características de los niños.
Otro ejemplo común de sobre-exigencia es llenarlos de actividades extra-programáticas y hobbies, a veces sin siquiera considerar sus intereses. “Se terminan estresando, aburriendo y pueden sentirse no queridos, porque piensan que se les ama más por sus logros, que por ser ellos mismos”. La consecuencia es obvia: ‘Si dejo de ser perfecto o tan bueno como hasta ahora, ya no me querrán de la misma forma’.
En otros casos, los papás pueden mostrarse flexibles con sus hijos, pero extremadamente exigentes con ellos mismos, lo que -de todas formas- hace que los niños internalicen un modelo de exigencia y lo lleven a su vida diaria.
En la medida que estas conductas sean adecuamente manejadas por los padres, estos rasgos se comienzan a flexibilizar. El desarollar tolerancia a la frustración es de vital importancia para ayudar a los individuos a adaptarse y sobrevivir al mundo de hoy. Las personas que no logran desarrollar adecuadamente la tolerancia a la frustración, terminan convirtiéndose en adultos con problemas de salud mental.
Perfección... en la medida justa
Estos comportamientos no son tan fáciles de detectar, ya que como señala el psiquiatra, muchos de ellos parecen positivos a los ojos paternos; por ejemplo, los menores que son muy ordenados, los que parecen muy perseverantes en el logro de sus objetivos y quienes muestran un talento especial.
Afortunadamente en la mayoría de los casos, el manejo de esta situación está en gran medida en manos de los padres. Sin embargo, hay otros que requieren una ayuda especializada. “Cuando se trata de un trastorno mayor, por ejemplo, de tipo obsesivo-compulsivo, los niños lo pasan mal, sufren y por ejemplo, no se pueden quedar dormidos si sus juguetes no están ordenados como corresponde, o empiezan a lavarse las manos excesivamente durante el día y terminan con grietas en la piel.
Para el resto de los niños la recomendación es más o menos la misma: si muestran un interés específico hay que motivarlo a que lo desarrolle, pero con equilibrio, que realicen al menos dos actividades diferentes (no como una obligación, sino como un placer) para que logre un desarrollo armónico. La idea es procurar que cultive tanto los aspectos sociales, emocionales, como académicos y también los más lúdicos de su vida.