domingo, 24 de abril de 2011

Divorcio y su efecto en los hijos

El quiebre de un matrimonio es uno de los eventos más difíciles que puede ocurrir en la vida familiar, compromete en mayor o menor grado a todos los miembros, sus efectos producen intensas reacciones emocionales y puede ocurrir en cualquier momento del ciclo vital de la familia. La ruptura de la relación de pareja implica un cambio en la estructura familiar que modifica la forma de relacionarse entre todos sus integrantes.

La tarea de la familia y el ejercicio de la paternidad en particular se dificulta, y a pesar de la reestructuración que debe producirse, la disolución conyugal no exime la responsabilidad de la pareja como padres, por lo que resulta necesario recomponer los vínculos post- separación y rediseñar las reglas de funcionamiento, para que todos los miembros sigan sintiéndose parte de ella, a pesar de la ruptura de la pareja.

Es importante que se considere tanto en el bienestar de los hijos como en el de la familia completa. Es frecuente la aparición de numerosas dificultades para establecer acuerdos entre los ex cónyuges respecto al bienestar y forma de criar a los hijos después de la separación.

La persistencia de conflictiva conyugal posterior a la separación y la triangulación de los hijos en este conflicto, influye negativamente en la salud mental y el bienestar de éstos.

La Asociación Americana de Psiquiatría considera el divorcio de los padres como una experiencia muy estresante para la familia, en especial para los hijos, que muchas veces pierden la contención emocional y el soporte familiar que tenían previamente.

Tradicionalmente la unidad familiar se ha concebido como una estructura que protege a los hijos y se ha considerado que la ruptura conyugal podría llegar a generar en los menores, problemas físicos, emocionales, escolares y sociales. Sin embargo, múltiples estudios longitudinales avalan que el daño sobre la salud mental puede ser prevenido si se toman las medidas necesarias.

Entre los factores de riesgo que pueden llevar al divorcio se encuentran la psicopatología de uno o ambos padres, dificultades en la comunicación y resolución de conflictos, actitudes defensivas, hipercríticas, despreciativas o beligerantes, el ser hijo de padres separados, matrimonios que se casan a edades tempranas (antes de los 18 años), provenir de diferentes niveles socioeconómicos, no profesar credo o religión, o cuando el motivo de la unión es la búsqueda de apoyo o el atractivo físico. También existe evidencia de factores protectores que favorecen la relación, entre los que se encuentran una interacción de pareja abierta y confiada, cuando la relación se basa en la solidaridad y el respeto, preocupación por los hijos sin postergar la relación de pareja, ausencia de situaciones económicas adversas o de cesantía por periodos prolongados, capacidad del hombre de asumir el trabajo remunerado de la esposa, compartir un proyecto de vida en común; a medida que pasa el tiempo y aumentan el número de hijos las parejas se divorcian cada vez menos, en especial si va asociado a la estabilidad conyugal.

Los aspectos de la relación de pareja que pueden llevar a la ruptura son las patologías de la comunicación, conflictos en torno a la autonomía-dependencia, dificultad en la resolución de conflictos, el “enfriamiento” de la relación de pareja y conflictos acerca de la sexualidad, el poder, el compromiso afectivo, etc..

Las principales causas que se han reportado para los divorcios son la infidelidad, seguida por el maltrato, los problemas económicos de la familia y la incompatibilidad de caracteres; menos frecuentemente aparecen los problemas de alcoholismo y drogadicción, la incomunicación, los celos, la irresponsabilidad u ociosidad y los problemas sexuales.

De acuerdo a datos nacionales del estudio “la separación matrimonial en el Gran Santiago”, realizado por Covarrubias en el año 1986, la ruptura conyugal se produce mayoritariamente en los 3 primeros años de casados. Un 15% de las separaciones se produjo durante ese periodo, un tercio lo hizo a los 6 años y dos tercios se separaron antes de los 11 años de convivencia en pareja.

Divorcio: Es la disolución legal del vínculo matrimonial. y de la sociedad conyugal adquiriendo el estado civil de divorciado ambos contrayentes..

El divorcio suele ser visto como un peligro de desintegración familiar, pero también puede ser una oportunidad para crecer si la crisis se resuelve, ya que como en toda crisis, al superarla, puede llegar a ser favorable para la familia y el desarrollo de los hijos. El divorcio es altamente estresante, tanto para los adultos como para los niños y adolescentes, pero no por ello debe ser disfuncional. La disolución de una relación significativa que no es bien resuelta, constituye un factor de riesgo para problemas emocionales, angustia y sufrimiento, e incluso, llegar a desencadenar patologías tales como depresión, estrés post traumático, intentos de suicidio, enfermedades psicosomáticas, etc.. Las últimas investigaciones han señalado que la variable más importante asociada a consecuencias negativas en los hijos, no es el divorcio por si mismo, sino que el grado de conflicto conyugal y el clima familiar previo y posterior a la ruptura.

En la última década se ha producido una desvalorización ambiental del matrimonio, lo que hace que muchas parejas no se esfuercen lo suficiente por resolver sus conflictos y diferencias, optando rápidamente por la separación, sin considerar las consecuencias que esto trae. La separación frecuentemente no se asocia a mayor felicidad, y hay arrepentimiento de un alto porcentaje de casos, asociado a la falta de seriedad en la decisión tomada.

El proceso de estabilización de la familia posterior a una ruptura tarda en llegar entre 2 a 5 años, aproximadamente, dependiendo del nivel de conflicto que exista entre los ex conyugues; a menor nivel de conflicto, mas fácil y rápida resulta la elaboración para todos.

Etapas o fases del Divorcio

El divorcio es un proceso que tiene varias etapas y se inicia mucho antes de la separación física Según Kaslow el divorcio tiene diversas fases, que no tienen una temporalidad lineal, sino mas bien están superpuestas una con otras.

Fase I: Pre divorcio o divorcio emocional.

Comienza cuando uno o ambos miembros se han dado cuenta que se desilusionó con la relación y/o están insatisfechos con ella. Se produce tristeza, aparece mucha ansiedad en la relación, temor, angustia, ambivalencia e intensa rabia. En general se tiende a evitar el problema de fondo, las peleas son frecuentes por desencadenantes mínimos o en otro extremo la negación del conflicto. En esta etapa puede haber mucha confrontación, retraimiento físico y emocional, en ocasiones se simula que todo está bien, sin buscar ayuda ni soluciones.

Muchas veces se involucra a los hijos en el conflicto a través de triangulación, chivoemisarismo, conflictos de lealtades o llegando a la alienación.

A veces se pide consejos a amigos o a la familia, o recurren a terapia de pareja. Se hace mucho más evidente la situación cuando uno de los miembros se va a vivir a otro lugar, lo que en los hijos puede significar una toma de conciencia concreta de la realidad con el consiguiente sufrimiento.

En esta etapa es importante el apoyo profesional para evitar que se convierta en un divorcio destructivo y pueda realizarse una mediación donde se busquen las mejores alternativas para los hijos y la familia, intentando minimizar los daños.

Fase II divorcio legal

La consulta con un abogado puede ser útil para recibir orientación e información, pero debe hacerse con cautela para no caer en la confrontación y el litigio. Mucho mas útil podría resultar la consulta con un mediador o terapeuta de pareja que los oriente en las decisiones a tomar y en como hacer del divorcio una situación lo menos traumática posible para todos.

Es mejor para toda la familia, en especial para los hijos, que los padres logren una postura de acuerdos, reflexiva, conciliadora basada en las buenas intenciones Idealmente debería llegarse a los abogados con los acuerdos ya tomados, solo para que queden estipulados bajo un marco legal.

Puede llegar a ser una etapa muy litigante y confrontacional en especial cuando hay 2 abogados que intentan ganar un juicio por sobre el bienestar familiar y de los hijos.

En esta etapa los hijos pueden ser altamente triangulados, alienados y citados a declarar como testigos, lo que no es recomendado, salvo en contadas excepciones, que deben ser analizadas individualmente junto a los profesionales que atiendan al menor.

Esta fase implica la aceptación del divorcio como inevitable.

Fase III divorcio económico o financiero

Es una de las fases más difíciles, especialmente cuando hay que dividir los dineros y las pertenencias, situación que puede producir muchas fricciones, no solo por el valor material, sino por el valor sentimental que puedan tener determinados objetos.

Habitualmente no se tiene la tranquilidad emocional necesaria, como para efectuar una división justa que no termine en conflicto.

Si después de haber examinado profundamente la relación matrimonial, se llega a la decisión de separarse, el objetivo siguiente es lograr que exista la mejor situación económica y social posible post separación.

En esta etapa también es muy recomendable encontrar un mediador, un tercero imparcial y objetivo, en que ambos confíen. Es importante que se haga en un momento emocional que no esté motivado por la rabia, la necesidad de venganza o para continuar las luchas de poder y los juegos destructivos. El objetivo es lograr acuerdos que perduren y se mantengan en el tiempo.

Fase IV: divorcio coparental/problemas de residencia y contacto

Es importante comunicarle a los hijos del inminente divorcio de sus padres, en el momento que la decisión sea definitiva y uno de los padres este próximo a abandonar el hogar. Los hijos deberían quedar fuera de las discusiones, conflictos, peleas, evitar que sean testigos de episodios de violencia verbal y física, ni menos hacerlos participar en la toma de la decisión, ni con quien se quieren ir a vivir.

Lo mejor es que ambos padres se pongan de acuerdo antes de contarles, hacerlo en conjunto, en un ambiente de tranquilidad y respondiendo a todas las preguntas que ellos tengan que hacerles.

Los hijos en este periodo van a necesitar mucha contención emocional, tienen derecho a hacer sus preguntas, expresar sus ideas, fantasías y emociones. Los padres deben darse el tiempo para escuchar, contener y validar las emociones que expresen sus hijos, pena rabia, temor, etc.

Es un momento en que pueden recibir apoyo profesional, es importante que los padres estén atentos a esto, para que las necesidades emocionales de los hijos no queden invisivilizadas.

A los hijos se les debe transmitir seguridad durante este proceso, minimizando al máximo las fantasías de destrucción que aparecerán. Es importante prepararlos para los posibles cambios que pueden venir, como pueden ser el domicilio, colegio, etc.. Es recomendable generar un ambiente lo mas predecible posible, que les genere la tranquilidad que necesitan en un momento de tanta incertidumbre para ellos.

Lo ideal es que los cambios que se produzcan durante el divorcio sean los menos posible y que en mientras antes se logren y respeten los acuerdos parentales, mas beneficioso será para el desarrollo de sus hijos en las diferentes áreas.

En esta etapa es fundamental que queden definidas las visitas, que ambos padres mantengan contacto regular con sus hijos para que no se deterioren los vínculos post separación, siendo lo mas respetuoso posible de los tiempos del otro padre, para no generar malestar innecesario que signifique que los hijos se vean envueltos en situaciones difíciles.

Es recomendable que el padre que no vive con sus hijos mantenga un contacto frecuente, regular, predecible. La flexibilidad es importante, en ciertas circunstancias, para que los hijos se sientan cómodos en la relación, sin tener que postergar necesidades propias de su etapa del desarrollo, por ejemplo que la visita del padre coincida con el cumpleaños de un amigo o la salida a un paseo de curso, etc.

Mientras mas conflictiva sea la relación entre los adultos post separación, mayores serán las repercusiones en el desarrollo de los hijos.

Fase V: Divorcio social o de la familia ampliada:

Mientras mejor sea la relación entre los padres, mejor elaborado tengan los duelos producidos y hayan sido capaz de perdonarse y respetarse mutuamente, mas fácil será enfrentar las diferentes situaciones sociales y mejor será la relación de largo plazo con las familias extendidas.

Cuando se dan estas condiciones se podrá enfrentar situaciones como cumpleaños, navidad, actos escolares de la mejor manera y los hijos no tendrán que optar por uno de sus padres para ello.

También sucede que la comunidad en la que pasan parte de su tiempo se polariza y toma partido por uno de los conyugues, lo que resulta incomodo y muchas veces doloroso para los hijos, quienes en ocasiones son triangulados por la familia extendida, teniendo que soportar comentarios o situaciones difíciles e incomodas.

Cuando estamos en presencia de alta conflictiva es preferible evitar la exposición de los hijos a situaciones en las que estén ambos padres, ya que pueden verse expuestos a situaciones de violencia o ser testigos de las disputas entre ellos y quedar al medio del conflicto.

Es recomendable que los padres no alimenten las fantasías de reconciliación de sus hijos.

Fase VI: Divorcio espiritual y religioso

Un alto porcentaje de los matrimonios tiene algún componente religioso, al divorciarse se produce alejamiento e incluso la expulsión en las iglesias mas conservadoras.

Muchos individuos buscan que su divorcio tenga un reconocimiento legal y espiritual, lo que no siempre es posible. Tampoco existe un ritual o ceremonia de cierre de este proceso que podría ser útil en algunos matrimonios.

Existen algunos credos que generan espacios de apoyo para las personas que se divorcian y para los hijos de estos y resulta ser un elemento de importante apoyo, pero por otro lado las personas que participan en Iglesias mas conservadoras tienen una presión extra para mantenerse casados en situaciones adversas y en ocasiones tienen que alejarse de las iglesias a las que pertenecían o se sienten excluidos de ella.

Fase VII: divorcio psíquico

Para los adultos sanos y con buenas capacidades de adaptación lleva de 2 a 5 años recuperarse de un divorcio, volver a sentirse optimistas, a concentrarse en el presente y dejar el pasado atrás como un recuerdo. Durante esta etapa hay que reconstruir la imagen y confianza en sí mismo y en las capacidades parentales, asumir y superar las culpas, aceptando la realidad, de lo sucedido y retomando la vida de la mejor manera posible, cerrando las heridas producidas.

Es importante dejar de lado las culpas y las compensaciones con los hijos, siendo capaz de tener vinculaciones sanas y pudiendo tener y poner límites, evitando entrar en las “compensaciones”, principalmente económicas, para suplir las carencias afectivas producidas por la separación.

Ahrons clasifico en 5 tipos las relaciones entre los ex cónyuges y en un estudio de seguimiento que hizo a 20 años plazo encontró asociaciones entre estas categorías y el bienestar de los hijos.

1. Compinches perfectos: los que se llevan muy bien, amigablemente y han decidido permanecer siendo amigos, pero sin estar casados. En esta categoría se logra separar adecuadamente el rol conyugal y ejercer un rol parental eficiente, colaborador, aliado.

2. Colegas que cooperan. Los que pueden colaborar bien como padres, pero no se consideran buenos amigos.

3. Socios enojados: los que permanecen mutuamente amargados y resentidos y encuentran difícil la crianza compartida con los hijos. Con frecuencia los hijos quedan atrapados y triangulados por largo tiempo en el conflicto conyugal y experimentan constantes conflictos de lealtades.

4. Los enemigos feroces: los que siguen estando enojados y furiosos unos con otros, incluso muchos años posterior al divorcio, son incapaces de compartir funciones de crianza. Se aferran a los recuerdos de que todo anduvo mal y no son capaces de recordar nada bueno de sus matrimonios. Se entrampan muchas veces en batallas legales.

5. Los dúos disueltos. Interrumpen todo contacto con el antiguo cónyuge. Uno de ellos se traslada lejos y desaparece de la vida de la familia y los hijos.

Síndrome de Alienación parental

El síndrome de alienación parental o SAP, es un término que Richard A. Gardner acuñó en 1985. En el estudio que realizó en casos de divorcios conflictivos o destructivos, se refirió al conjunto de síntomas que resultan del proceso por el cual un progenitor, mediante distintas estrategias, influencia a sus hijos con objeto de impedir, obstaculizar o destruir sus vínculos con el otro progenitor, hasta generar en los hijos una imagen negativamente distorsionada de su progenitor.

Habitualmente es un fenómeno desencadenado por uno de los progenitores respecto al otro; del mismo modo que no necesariamente se desencadena por divorcio o separación, también puede ser provocado por otras personas relacionadas con la familia (nueva pareja, abuelos, tíos, etc.). Se han observado casos dentro de parejas que mantienen su vínculo, aunque son menos frecuentemente.

Es característico que los hijos estén altamente involucrados en el conflicto conyugal, hecho que provoca el progenitor alienador mediante la transmisión de un mensaje constante, lo que normalmente se denomina "lavado de cerebro". Los hijos que sufren este síndrome, desarrollan unodio patológico e injustificado hacia el progenitor alienado que tiene consecuencias devastadoras en el desarrollo físico y psicológico de éstos. Consecuentemente el síndrome afecta también a familiares del progenitor alienado como son: abuelos, tíos, primos, etc. Otras veces, sin llegar a sentir odio, el SAP provoca en el niño/a un deterioro de la imagen que tiene del padre alienado, resultando de mucho menos valor sentimental o social que la que cualquier niño tiene y necesita de sus progenitores: "el niño/a no se siente orgulloso de su padre/madre como los demás niños". Esta forma más sutil, no producirá daños físicos en los menores, pero sí en su desarrollo psicológico a largo plazo, especialmente en lo referente a su identidad y cuando en la edad adulta ejerzan su papel de progenitores. El síndrome de alienación parental está considerado como una forma de maltrato infantil. Por otra parte, la resistencia de muchos profesionales se explica por los casos de maltrato (incluyendo casos de abusos sexuales) en los que judicialmente se ha alegado SAP para desacreditar el testimonio de la madre y de sus hijos víctimas de abusos. Por esta razón, el diagnóstico diferencial del Síndrome de Alienación Parental requiere que no exista maltrato previo, psicológico o físico, a la madre y los hijos, por parte del progenitor alienado y de un exhaustivo análisis del caso.

Signos de alerta

Algunos indicadores típicos que permitirían detectar síntomas de maltrato:

§ Impedimento por parte de uno de los progenitores a que el otro progenitor ejerza el derecho de convivencia con sus hijos. Descalificar e insultar al otro progenitor en presencia del hijo, aludiendo cuestiones de pareja que no tienen nada que ver con la relación parento filial.

§ Implicar al propio entorno familiar y a los amigos en los ataques al ex-cónyuge.

§ Subestimar o ridiculizar los sentimientos de los niños hacia el otro progenitor.

§ Incentivar o premiar la conducta despectiva y de rechazo hacia el otro progenitor (basta con que los niños vean que esa actitud hace feliz a la madre o al padre, para qué se produzca el refuerzo). Influir en los niños con mentiras sobre el otro llegando a asustarlos.

§ En los niños puede detectarse cuando éstos no pueden dar razones o dan explicaciones absurdas e incoherentes para justificar el rechazo; y también si utilizan frases o palabras impropias de su edad, como diálogos similares o idénticos al del progenitor alienador, llegando incluso a recordar y mencionar situaciones que jamás han sucedido.

El conflicto de los ex miembros de la pareja se expresa también en las demás relaciones familiares, tiñendo las dinámicas que se dan, en la relación parento-filial, en la fraterna y con la familia extendida.

El SAP tiende a cronificarse cuando recibe solo intervención judicial. Se requiere desde una mediación en los casos mas leves, llegando a la utilización de terapias coactivas en las que se involucra el sistema terapéutico y el judicial en conjunto.

Lo ideal de la intervención, aunque muchas veces difícil, es que sea un proceso mediante el cual ambos progenitores se sientan validados y en donde sea posible construir una pareja parental capaz de tomar decisiones, sacando a los hijos del conflicto y reconociendo sus necesidades.

Los procesos de separación y divorcio pueden desarrollarse de distintas maneras y estos pueden tornarse destructivos cuando se vuelven crónicos. Cuando el desarrollo de la separación asume características destructivas, el funcionamiento de los distintos ejes relacionales (parental, parento-filial y fraterno) se encuentran interferidos por el conflicto conyugal. La relación parental carece de la coordinación y cooperatividad necesarias para el desarrollo de los hijos, el eje fraterno deja de funcionar con la autonomía requerida y el parento filial puede tornarse maltratante. En este caso los padres no logran asumir funciones parentales satisfactorias y los hijos no reciben el cuidado y protección que necesitan viéndose involucrados en el conflicto.

Los objetivos de la intervención en SAP son:

· Disminuir el conflicto post conyugal.

· Fomentar una cooperatividad mínima entre los padres.

· Promover conductas autoprotectoras por parte de los hijos.

Concepto del divorcio en diferentes etapas evolutivas

Pre-escolar (menores de 6 años)

Entienden el divorcio como la separación física, un estado transitorio y en ocasiones tienden a pensar que su conducta pudo haber sido la causa de la ruptura. Se sienten culpables por ello, lo que les produce una gran confusión. Frecuentemente comienzan con ansiedad de separación, miedos, visión de la vida amenazante, tienen fantasías negativas de destrucción o desintegración, el juego se torna algo inhibido y pueden presentar reacciones agresivas, irritabilidad y mayor demanda emocional.

Escolar, infancia-temprana (6-8años)

Comprenden de mejor manera la finalidad del divorcio, pueden interpretarlo y tienden a pensar que su conducta tiene alto impacto en las decisiones de sus padres. Logran manifestar la pena, manifiestan temor a la desorganización, deseo de querer estar con el padre ausente, expresan rabia y agresividad hacia las figuras parentales. Tienen frecuentemente conflicto de lealtades y en sus fantasías la reconciliación aparece asociada a mejorar su comportamiento y rendimiento escolar.

Escolar, infancia tardía (9-12 años)

Comprende mejor el divorcio desde el punto de vista psicológico, tienden a no culpabilizarse por lo ocurrido y en ocasiones asocian la ruptura con el término y resolución de los conflictos. Aumentan los niveles de ansiedad, aislamiento, somatizaciones, vergüenza y tendencia a aliarse con la figura parental a la que visualiza como más débil.

Adolescencia

Entienden el divorcio como la incompatibilidad conyugal y logran percibir aspectos positivos en la decisión, intentan separar los conflictos conyugales de la relación parento filial. Pueden culpar a ambos padres por no haber sido capaces de resolver el conflicto. Se produce un cambio en la relación padre-hijo, comienza a haber preocupación por temas como el sexo y el matrimonio. Expresa pena, rabia, angustia y ansiedad, presenta percepciones de la situación que tienden a cambiar de forma ambivalente en el tiempo. También tienen conflicto de lealtades y se produce un cambio de ellos en la participación familiar

Efectos de la separación y el divorcio

Los efectos en los hijos es un tema complejo de abordar, dada la gran cantidad de información y lo contradictoria que puede llegar a ser, especialmente cuando la metodología utilizada en los estudios es muy diversa, la enorme complejidad y multiplicidad de variables involucradas.

La mayoría de los niños manifiestan que el distanciamiento del padre con el que no residen es uno de los aspectos más negativo del divorcio. Describen a sus padres como distantes de sus vidas, que participan poco en su disciplina, en lo referente al soporte emocional y dicen contar menos con ellos. En ocasiones los padres están tan centrados en sus propios duelos por el quiebre de la relación y del proyecto, que los hijos corren el riesgo de quedar invisibilizados. Sus necesidades emocionales no son adecuadamente cubiertas, especialmente en sus propias vivencias de duelo por la ruptura de la familia. Otro aspecto relevante tiene que ver con que no se encuentran satisfechos con el régimen de visita, lo que no les permite compartir adecuadamente con el padre con el que no viven.

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Consecuencias en los Niños

Existen múltiples variables involucradas en el divorcio, que influyen de distinta forma dependiendo como se presente la combinación de ellas, lo que significara una amplia combinación de posibilidades.

Durante la evaluación es importante considerar la edad, sexo, temperamento, vínculos establecidos con cada uno de sus progenitores, como ha sido el desarrollo previo de los hijos y la presencia de psicopatología; la salud mental de los padres antes y después de la separación, la capacidad que tienen para lograr una alianza parental posterior a la ruptura en lo referente a la crianza, capacidad de lograr acuerdos en el áreas económica, visitas, custodia, etc., y cuan involucrados se encuentren los hijos en el conflicto conyugal. El tiempo transcurrido desde la separación, la calidad y cantidad de redes de apoyo, la existencia de nuevos matrimonios o convivencias, así como la llegada de nuevos hijos.

El grado de conflicto que existió antes de la separación y después de ella, es por si mismo un factor de alta importancia a evaluar.

Todos estos elementos si son adecuadamente manejados pueden actuar como factores protectores del desarrollo de los hijos

La separación y el divorcio no son situaciones aisladas en la vida familiar, sino que mas bien un continuo que se inicia habitualmente mucho tiempo antes de esta. El desarrollo de los conflictos que lleva al quiebre de la relación determina en forma importante la forma como se dan los hechos y las repercusiones que producirá en cada uno de los miembros, que pueden llegar a durar mucho tiempo después de la disolución de la pareja conyugal.

Los efectos en el largo plazo no son estáticos ni predeterminados, sino mas bien varían en el tiempo, existiendo gran diferencia individual y familiar en los tipos de reacciones que este evento genere.

Las primeras investigaciones realizadas en este campo comparaban a los hijos de padres separados con hijos cuyas familias estaban intactas. En ellos se comprobó que los hijos que experimentaban el divorcio o separación de sus padres tenían mas posibilidades de desarrollar problemas emocionales, conductuales, de rendimiento escolar y de salud física que los hijos de familias que no habían tenido quiebres matrimoniales, también fue mayor el consumo de drogas, conducta antisocial en la adolescencia y en relación a relaciones sexuales prematuras, presentaron mayor probabilidad de tener un embarazo no deseado. Las investigaciones posteriores han sido mas específicas al buscar asociaciones, lo que ha permitido un mejor conocimiento de la complejidad de factores que van a producir los diversos problemas que se generan al interior de la familia especialmente en los hijos.

En estudios posteriores se ha observado que las alteraciones presentadas por los hijos son muchas de ellas previas a la separación, en escolares se ha encontrado que los problemas se encontraban hasta 4 años antes que sus padres se separaran, de acuerdo a los reportes de los propios padres y profesores. En otros estudios longitudinales se encontró que existía una relación disfuncional padres hijos y mas problemas conductuales en niños desde 8 a 12 años antes del divorcio.

Los efectos de la separación dependen de una multiplicidad de variables; cuando no son tomados en cuenta los patrones interaccionales, el grado de conflicto conyugal, parental, la relación parento filial y fraterna, se ha otorgado una causalidad al divorcio que no es tal. El no tomar en cuenta estos elementos ha contribuido a sobre-simplificar y sobre-generalizar los efectos atribuyéndolos a la separación, sin considerar la estructura familiar pre y post separación, ni los patrones relacionales al interior de las familias posterior al quiebre.

Por tanto el grado de conflicto conyugal y parental previo, aquel que es intenso y frecuente produce efectos tan dañinos en la salud mental de los niños y adolescentes como aquellos producidos producto de una separación conflictiva y la persistencia de conflictiva post divorcio.

Estudios Longitudinales

Concluyen que el divorcio presenta efectos negativos a corto plazo y diversos riesgos a futuro, es una transición estresante y compleja para las familias y sus efectos pueden continuar hasta la adultez.

El nivel de estrés que genera la separación tiende a disminuir con el tiempo y la gran mayoría (75-80%) de adultos, hijos de padres separados o divorciados, funciona de forma sana. Los niños viven enormes cambios después del divorcio, presentan sentimientos adversos y sufrimientos importantes que perduran en el tiempo. La incidencia de problemas en niños y adultos con antecedentes de divorcio son mayores a lo largo plazo que en hijos de familias no divorciadas. (20-25% en hijos de familia divorciadas v/s 10% en hijos de familias intactas). Pero en lo que hay mas coincidencia es que los efectos a largo plazo desarrollan la resiliencia en la mayoría de los niños.

Los autores J. Wallenstein, E. Corbin y J. Lewis,1995 en un artículo titulado “los niños del divorcio: un estudio longitudinal de 10 años”, destacan que:

Preescolares: presentan, irritabilidad, conductas regresivas, angustia de separación, temor al abandono por ambos padres. Aparecían como los mas afectados de la familia. A los 18 meses, casi la mitad presentaba mas problemas emocionales y conductuales que al comienzo. Los varones exhibían mayor cantidad de problemas tanto en el hogar como en el jardín infantil, mientras que muchas niñas se habían recuperado. A los 5 años: no aparecían como los mas afectados, sin embargo, un grupo importante fue diagnosticado con un cuadro depresivo moderado o severo. A los 10 años: (12 y 18 años) se observó que mantenían pocos recuerdos de su familia antes de la separación como de la ruptura misma. La mayoría presentaba un buen funcionamiento en el colegio, un grupo importante hablaba con pena de sus carencias tanto psicológicas como materiales, cerca de la mitad de los niños aun conservaba fantasías de reconciliación de sus padres, asociado a sentimientos de comprensión y rabia hacia sus progenitores por la falta de disponibilidad física y emocional posterior a la separación. Al entrar a la adolescencia se comienza a evidenciar la necesidad de establecer relaciones con sus padres ausentes y se puede producir reelaboración del duelo por la separación y persiste cierta rabia residual.

Escolares y adolescentes: (9 y 18 años) división en preadolescentes y adolescentes. Preadolescentes: al comienzo se observan asustados e impotentes frente a la separación, manifiestan intensa rabia contra uno o ambos padres, frecuentemente se forman alianzas y coaliciones, y se produce una baja en su rendimiento escolar que se mantiene durante todo el año posterior. Adolescentes: se produce gran cantidad de reacciones depresivas agudas, problemas conductuales, conductas regresivas con tendencia al aislamiento de su grupo de pares, desinterés por el colegio y angustia por el futuro. Varios experimentaron una brusca e inesperada maduración psicológica, manifestada como comprensión y ayuda hacia sus padres. A los 18 meses: deterioro psicológico en aquellos niños y adolescentes que al comienzo parecieron no haber sido afectados emocionalmente.

Diferencias por sexo: niños varones preadolescentes presentan más problemas de rendimiento escolar y conductuales que las niñas, que parecían recuperarse (bajo custodia de sus madres) mas rápidamente. A los 5 años después: existe relación entre el mejor ajuste psicológico logrado y la calidad de vida exenta de conflictos luego de separación. A los 10 años después: (19 y 28 años) consideraban la separación como un hecho significativo en sus vidas, algunos seguían afectados por los recuerdos, sentimientos de tristeza, algún grado de resentimiento residual contra los padres y una nostálgica sensación de haberse perdido la experiencia de crecer en una familia intacta. Algunas de las mujeres de encontraban cautelosas de adquirir un compromiso y con temor de ser engañadas o abandonadas, sin embargo un grupo importante continuaba creyendo en las relaciones matrimoniales estables. A los 10 años después de la separación continuaban considerando la separación como un hecho significativo en sus vidas, un importante número reveló seguir afectado por los recuerdos.

Como conclusión se estableció que los niños que los niños que son mas pequeños al momento de la separación, aunque son los mas afectados inicialmente van a tener una menor carga negativa en su desarrollo posterior. Esto ya que tienen pocos o ningún recuerdo de la familia intacta y de los conflictos ocurridos.

DIFERENCIAS INDIVIDUALES Y SU EFECTO EN LAS REACCIONES DE LOS HIJOS FRENTE AL DIVORCIO

Algunos estudios señalan que a los niños de menor edad son mayormente afectados, otros estudios refieren que durante la adolescencia es igual o mayor este impacto.

Las diferencias por género no son consistentes

El nivel de inteligencia influye en la capacidad de adaptación de los niños en situaciones estresantes, lo mismo que la presencia de psicopatología

Los niños de temperamento difícil, es más probable que presenten trastornos de conducta, especialmente si existe un alto nivel de estrés y falta de apoyo, cuando no se logra la alianza parental.

La variable más importante que influirá en la adaptación de los hijos es el grado de conflicto que haya existido antes y/o siga existiendo entre ellos después de producido el quiebre matrimonial.

El clima emocional del hogar puede ser un factor más importante que el divorcio en sí, en relación a los problemas conductuales de los niños.

Los efectos negativos mas severos en los hijos se producen cuando los conflictos parentales se ventilan en presencia de ellos.

Los hijos de padres separados que logran llegar a acuerdo e interactúan en forma no conflictiva, van a presentar significativamente menos problemas que los hijos de familias separadas con un alto nivel de conflicto, falta de alianza y consistencia.

En el estudio de Ahrons del 2007 en su investigación longitudinal a 20 años encuentra que el estrés ocurrido durante la separación conyugal afecta entre un 75-80% de los hijos, pero a pesar de ello funcionan como adultos sanos. Mas de la mitad de los participantes reveló que sus padres se llevaban mucho mejor luego de 20 años de divorcio. Mientras que solo un 40% reporto que sus padres actuaban cooperativamente al momento del divorcio, esta cifra aumento a un 60%, 20 años después.

De las 5 tipologías que describió, al finalizar el seguimiento, la mitad de los padres mantenía una relación descrita como colegas cooperativos, un 10% los describía como compinches perfectos, solo un 22% se mantenían aun como socios enojados o enemigos feroces y solo un 18% correspondía a dúos disuelto.

Lo mas llamativo de este estudio radica en que el número de ex esposos que lograron una relación amistosa aumento 4 veces en el transcurso de los 20 años.

Los hijos que reportaron que sus padres tenían una relación cooperativa tenían mejor relación con ambos padres, abuelos, padrastros y hermanos. En cambio los que tenían padres que se mantenían en conflicto, manifestaban una mala relación con ellos, abuelos, parientes y hermanos. Incluso 20 años después del divorcio resultaba de gran incomodidad para los hijos todas las situaciones en las que fuera necesario involucrarlos a ambos, generando situaciones de gran angustia las celebraciones, cumpleaños y festividades, manifestando una profunda tristeza al no poder compartir con ambos.

Los padres que tenían menor nivel de conflicto entre ellos se relacionaban con que tenían mayor tiempo disponible para estar con sus hijos. A los 20 años un 50% de los participantes manifestó que mejoró la relación parento filial posterior al divorcio y solo un tercio reportó que empeoró, en el resto no se produjo cambios. Estos hallazgos están directamente relacionados a la reducción de la conflictiva conyugal post separación y a la mejor relación parental lograda en el largo plazo.

Otro elemento significativo y de alto nivel de estres para los hijos fue el nuevo matrimonio de alguno de sus padres, el reporte de los hijos es que en sus padres aumentó el nivel de estrés y disminuyó el tiempo y la calidad de la relación parento filal. Un tercio de la muestra manifestó que el nuevo matrimonio de sus padres había generado mas estrés en ellos que el propio divorcio.

EFECTOS DE LA SEPARACIÓN EN HIJOS QUE VIVEN EN FAMILIAS MIXTAS o ENSAMBLADAS

Cuando los padres se vuelven a casar o a vivir en pareja se producen dinámicas mucho más complejas, que involucra por lo menos a 4 personas.

Existe el mito de “tener que quererse”. Puede ser liberador y aliviador de culpas para ambas partes el saber que no es obligación tener que quererse.

El pronóstico de una familia mixta va a depender fundamentalmente de la relación entre padrastros y los hijastros, el nivel de vinculación afectiva que puedan lograr. Ese será un elemento fundamental a la hora de definir los roles. En ocasiones en que la relación padrastro hijastro es de mala calidad, es preferible que el padrastro o madrastra tome un rol mas alejado en lo normativo, algo así como un tío cercano, delegando esa tarea al padre biológico, en una alianza implícita que permita y facilite la vinculación

El logro de un acuerdo explicito e implícito entre los nuevos esposos respecto a sus roles al interior de la nueva familia, definir en alianza las normas que van a regir por igual a todos los hijos.

Los efectos son diferentes según las situaciones:

Madre custodia que se casa de nuevo donde sus hijos tendrán un padrastro: se presenta menos estrés que las otras familias mixtas. Hijos varones reaccionan mejor que las hijas ante padrastro, la mayoría termina teniendo una buena relación con él, mejor cuando se mantienen en contacto con padre biológico.

Padre custodio que se casa de nuevo donde sus hijos tendrán una madrastra: mayor estrés que en caso anterior, más marcado en caso de las hijas, que tienden a sobre exigirse más por el bienestar familiar, trataran de lograr una integración familiar.

Familia mixta donde ambos esposos aportan hijos de su anterior matrimonio: mas cargada de tensión, se ha podido observar que el riesgo de una nueva separación de los padres aumenta al crecer el número de hijos.

Familia mixta tipo “los tuyos, los míos y los nuestros”: hace aun más compleja y conflictiva las relaciones, especialmente si uno de los cónyuges era soltero anteriormente y sin hijos, tenderá a querer más a sus hijos biológicos que a sus hijastros. Los hijos que no son “nuestros” podrían sentirse desplazados.

Dificultades de las familias mixtas

Uno de los conflictos más frecuentes se relaciona con normas disciplinarias distintas que aplican cada uno de los padres con sus propios hijos. Resulta difícil para los hijos adaptarse a 2 formas distintas de funcionamiento lo que les produce cierta inestabilidad y les permite una mayor cuota de poder y mayor poder de manipulación, dado por sentimientos de culpa que experimentan los padres separados que intentan aliviar con una mayor permisividad en la disciplina parental y/o la compra de cosas materiales. Sumado a las inconsistencias producidas al tener 2 modelos distintos.

Siempre es necesario trabajar con los padres para que las normas sean lo mas parecidas posible, pensando en el beneficio de los hijos.

El conflicto de lealtades en los hijos, será mayor mientras más conflictiva sea la separación entre sus padres. Otro fenómeno es “los de adentro y los de afuera” donde tienen que compartir o disputar espacios transitorio o definitivos.. Se ha podido observar que los hijos entre los 9 y 15 años tienen más problemas para adaptarse a los cambios que plantean las familias mixtas.

Conflicto conyugal y su impacto en los Hijos

El grado de conflicto marital es sin dudas el elemento predictor mas importante del bienestar de los hijos post separación. Se ha demostrado que el conflicto abierto explicito, tanto físico como verbal se asocia principalmente a conductas de tipo externalizantes, en cambio aquel que es mas encubierto, con conductas de tipo pasivo agresiva con triangulación de los hijos, con ambientes tensos se asocia a síntomas internalizantes.

Entre los factores protectores que pueden atenuar los efectos negativos se encuentra el tener una buena relación afectiva con alguno de sus padres o algún adulto significativo, la calidez parental, la buena relación fraterna y en los adolescentes el tener una identidad consolidada y un grupo de pares contenedor.

El conflicto conyugal puede producir en los hijos efectos de forma directa e indirecta

Efectos directos:

El alto grado de conflicto entre los padres provee un modelo que dificulta aprender habilidades de interacción social adecuada, limita el aprendizaje de resolución de conflicto a través del dialogo, la negociación y la persuasión respetuosa.

Entre los trastornos fisiológicos están el aumento de la presión arterial, taquicardia, expresión facial de temor, paralización postural y llanto, dificultad para regular las respuestas emocionales y conductuales. Un grupo más pequeño de niños puede llegar a ser extremadamente inhibido tanto emocional como conductualmente.

Efectos indirectos:

La discordia marital severa y persistente deteriora la función parental: la disciplinadisciplina, la expresión de afecto, agresiones físicas o verbales. Las madres tienden a ser menos cálidas y empáticas con sus hijos. Los padres tienden a marginarse mas de su rol parental.

El conflicto parental genera desacuerdo entre los padres en torno a la fijación de límites y normas disciplinarias de los niños, a veces expresada abiertamente, lo que aumenta las posibilidades de desarrollo de psicopatología.

PRECAUCIONES

Los efectos negativos en los hijos, pueden atenuarse significativamente siempre que se tomen las medidas necesarias:

1. No involucrar a los hijos en los conflictos conyugales ni parentales.

2. Los sentimientos conyugales no se deben traspasar a los hijos.

3. No utilizar a los hijos como armas para obtener beneficios económicos o sentimentales.

4. No utilizar a los hijos como mensajeros.

5. No separar a los hermanos, doble separación y mayor sufrimiento.

6. No involucrar a los hijos en nuevas relaciones de pareja si estas no son estables o definitivas.

7. No involucrar a los hijos en nuevas relaciones de pareja si estas no son estables o definitivas.

8. No hacer como que la familia sigue estando intacta.

9. Evitar conversar sobre asuntos problemáticos después de la separación delante de los hijos.

10. Mantener cordialidad y el respeto básico entre padres delante de los hijos.

11. Evitar emitir juicios derogatorios respecto del padre o madre ausente en presencia de los hijos.

12. Respetar los días y horarios de visitas.

13. Analizar cuidadosamente los casos en que el hijo rechaza salir con el padre no custodio.

Como comunicarle a los hijos la separación.

Es deseable que ambos padres estén presentes.

Es importante lograr un acuerdo previo de la versión de separación.

Escoger un momento tranquilo y un lugar adecuado, sin limitación de tiempo.

Importante comunicarles las dudas y la pena que sienten los padres por tener que llegar a esta determinación.

Decirles la verdad y usar el término separación.

Evitar que los hijos decidan con quien quedarse después de la separación.

Comunicarles los planes de los padres y lo que sucederá después de la separación.

Explicarle que los seguirán queriendo y cuidando y mantendrán lo mas posible sus rutinas.

Reforzar la idea que ninguno de los hijos debe sentirse culpables por la separación.

Si la separación no es definitiva y los padres no tienen claridad es preferible decirles a los hijos que es definitiva. Para esto es indispensable que ambos padres estén de acuerdo y den la misma versión. Es fundamental comunicarles cuando ya han tomado la decisión y no cuando “la están pensando” y es solo una posibilidad remota.

Dejar espacio para las preguntas y aclaraciones.

Permitir que los hijos expresen sus sentimientos de tristeza, rabia y miedo.

En caso de que la separación fuera gatillada por la infidelidad de uno de los cónyuge, se sugiere decir que uno de los padres dejo de querer al otro.

Explicarles que quieren evitar que hijos tengan una imagen negativa del matrimonio.

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