
Existe una tendencia mundial a relacionar el bajo rendimiento escolar con el déficit atencional, lo que generalmente conlleva a realizar subdiagnósticos y a medicar al niño o adolescente como única forma de modificar su comportamiento, sin que esto incida de forma directa en los resultados académicos.
El pilar de tratamiento de los niños con déficit atencional es el farmacológico, siendo positiva la respuesta en cerca del 70% de los pacientes cuando el diagnóstico es el correcto, generando mejoría en su rendimiento escolar, en su autoestima, en la relación con los pares, incluso disminuyendo el riesgo de adicción a alcohol y drogas a largo plazo.
Muchos pacientes con otros diagnósticos son tratados como si presentasen déficit atencional. De los niños con este cuadro cerca del 70 a 80% tiene otros diagnósticos asociados: trastornos oposicionista desafiante; conductuales; o específicos del aprendizaje, entre otros, por lo que se requiere un conjunto de estrategias para solucionar las dificultades. Tanto el trabajo con los padres como el apoyo psicopedagógico resultan fundamentales para la rehabilitación de los pacientes.
En el bajo rendimiento escolar inciden diversos factores. Puede estar determinado por factores educacionales -la tensa relación entre profesor y alumno, inadecuado método de enseñanza, la sensación de agobio ante las exigencias académicas, dificultad para comprender determinadas materias o para adaptarse al entorno y socializar con los pares-. Un ambiente con mucho desorden influye no solo en los participantes activos, sino en el resto de los niños interesados en aprender.
A nivel personal, el niño puede presentar problemas sensoriales (auditivos, visuales), trastornos específicos de aprendizaje, déficit cognitivos -llegando al retardo mental leve que aun no ha sido detectado-, o niños con alguna patología de salud mental.
Cualquiera sea el origen del mal rendimiento escolar, es necesario que tanto padres como profesores estén atentos al desarrollo, pudiéndose intervenir desde etapas muy precoces. De determinarse que el niño presenta dificultades para concentrarse, lo ideal es generar hábitos de estudio para desarrollar competencias a través de:
- Estructuración de las tareas a desarrollar en el día, con límites establecidos por los padres.
- Apoyo en las labores escolares, sin tender a la sobreprotección.
- Entrenamiento de la memoria, poniendo énfasis en la parte visual-espacial.
- Ejercitación en las áreas deficientes por medio de herramientas que requieran que el niño analice, asimile y comprenda por medio de sus capacidades, lo que está realizando.
- Reconocer y estimular las áreas en las que es competente, de manera de reforzar la autoestima.
- Adecuar las expectativas a la realidad del niño, tomándose el tiempo necesario para obtener resultados efectivos y prolongados en el tiempo.
- Apoyar las áreas mas débiles para lograr un desarrollo mas armónico
- Reforzar positivamente pequeños logros, especialmente relacionados con un adecuado método
Cuando aparecen las primeras dificultades es necesario consultar con especialistas (psicólogo, psiquiatra de niño y adolescentes) para realizar una adecuada evaluación intervenciones precoces eficientes que disminuyan el riesgo de complicación a mediano y largo plazo.
Dr. Elías Arab, psiquiatra de niños y adolescentes, Hospital Clínico Universidad de Chile.
El pilar de tratamiento de los niños con déficit atencional es el farmacológico, siendo positiva la respuesta en cerca del 70% de los pacientes cuando el diagnóstico es el correcto, generando mejoría en su rendimiento escolar, en su autoestima, en la relación con los pares, incluso disminuyendo el riesgo de adicción a alcohol y drogas a largo plazo.
Muchos pacientes con otros diagnósticos son tratados como si presentasen déficit atencional. De los niños con este cuadro cerca del 70 a 80% tiene otros diagnósticos asociados: trastornos oposicionista desafiante; conductuales; o específicos del aprendizaje, entre otros, por lo que se requiere un conjunto de estrategias para solucionar las dificultades. Tanto el trabajo con los padres como el apoyo psicopedagógico resultan fundamentales para la rehabilitación de los pacientes.
En el bajo rendimiento escolar inciden diversos factores. Puede estar determinado por factores educacionales -la tensa relación entre profesor y alumno, inadecuado método de enseñanza, la sensación de agobio ante las exigencias académicas, dificultad para comprender determinadas materias o para adaptarse al entorno y socializar con los pares-. Un ambiente con mucho desorden influye no solo en los participantes activos, sino en el resto de los niños interesados en aprender.
A nivel personal, el niño puede presentar problemas sensoriales (auditivos, visuales), trastornos específicos de aprendizaje, déficit cognitivos -llegando al retardo mental leve que aun no ha sido detectado-, o niños con alguna patología de salud mental.
Cualquiera sea el origen del mal rendimiento escolar, es necesario que tanto padres como profesores estén atentos al desarrollo, pudiéndose intervenir desde etapas muy precoces. De determinarse que el niño presenta dificultades para concentrarse, lo ideal es generar hábitos de estudio para desarrollar competencias a través de:
- Estructuración de las tareas a desarrollar en el día, con límites establecidos por los padres.
- Apoyo en las labores escolares, sin tender a la sobreprotección.
- Entrenamiento de la memoria, poniendo énfasis en la parte visual-espacial.
- Ejercitación en las áreas deficientes por medio de herramientas que requieran que el niño analice, asimile y comprenda por medio de sus capacidades, lo que está realizando.
- Reconocer y estimular las áreas en las que es competente, de manera de reforzar la autoestima.
- Adecuar las expectativas a la realidad del niño, tomándose el tiempo necesario para obtener resultados efectivos y prolongados en el tiempo.
- Apoyar las áreas mas débiles para lograr un desarrollo mas armónico
- Reforzar positivamente pequeños logros, especialmente relacionados con un adecuado método
Cuando aparecen las primeras dificultades es necesario consultar con especialistas (psicólogo, psiquiatra de niño y adolescentes) para realizar una adecuada evaluación intervenciones precoces eficientes que disminuyan el riesgo de complicación a mediano y largo plazo.
Dr. Elías Arab, psiquiatra de niños y adolescentes, Hospital Clínico Universidad de Chile.